sábado, 6 de febrero de 2016

LA PRIMERA MISIÓN GEODÉSICA FRANCESA (1) RELACIÓN ACERCA DE LAS PIRÁMIDES DE CARABURO Y OYAMBARO

sábado, 6 de febrero de 2016


Por: Lic. César Enrique Jácome *


Carlos María de la Condamine
Foto. wikipedia.or

Antes, en los últimos grados de educación primaria, de conformidad con el plan de estudios y los programas oficiales, en la asignatura de Historia Ecuatoriana, nos enseñaron y enseñábamos, entre otros temas, la llegada de la Misión Geodésica Francesa integrada por Carlos María de la Condamine, Luis Godín y Pedro Bourguer, con el objeto de completar los datos matemáticos y astronómicos acerca del esrudio de la forma esférica de la Tierra y de su achatamiento o abultamiento, pues, aún se discutía cuál era la verdadera forma de la Tierra y el modo de calcular su magnitud. 
     
Muchos años después, en mi edad madura, por una inesperada casualidad, en un viaje de Pifo a Yaruquí, fui a dar con la pirámide de Oyambaro, descuidado monumento que sobresalía en una parcela cultivada de raquítico maíz. La observación de esta señal geodésica incentivó mi interés por conocer algo más sobre las actividades desarrolladas por la Misión francesa en tierras ecuatoriales y ecuatorianas. Este el motivo para escribir estas líneas.

La Real Academia de Ciencias de París se ocupó de estudiar el problema que discutían, entonces, los científicos acerca de la verdadera forma de la Tierra, a cuyo efecto organizó comisiones integradas por hombres de ciencia para que tanto en el hemisferio Norte como en el del Sur midieran grados de meridiano, con cuyos datos podían comparar las magnitudes del arco correspondiente, para determinar,  luego, el sentido del achatamiento del globo terrestre.

La Real Academia de Ciencias de París, por intermedio del Rey de Francia, pidió el respectivo permiso al Rey de España (Felipe V), pues, el calendario de este acto señalaba el año 1734, en plena época colonial; por lo tanto la Real Audiencia de Quito, determinada por los académicos franceses para la realización de los estudios, todavía dependía del virreinato del Perú. Cuando llegó la Misión geodésica, Presidente de la Real Audiencia de Quito fue el chapetón Dionisio de Alcedo y Herrera; muy pronto le sucedió en esta dignidad el criollo José de Araujo y Río. Al terminar el trabajo la Misión científica, Félix Sánchez de Orellana, nacido en Latacunga, fue nombrado Presidente de la Real Audiencia de Quito, quien llegó a convertirse en el único ecuatoriano en desempeñar este cargo.

Louis Godín
Foto: wikipedia. org

La corona de España autorizó y ofreció apoyo a la Misión geodésica en tierras ecuatoriales, condicionando a que se incluya, en calidad de colaboradores de la Comisión, a dos jóvenes marinos de su confianza: Jorge Juan de Santacilia y Antonio de Ulloa; así aseguraba la vigilancia de los pasos y acciones que daban los académicos del país galo, en su colonia de ultramar.

La Comisión geodésica, encargada de realizar los estudios en la Real Audiencia de Quito, estaba compuesta por los académicos Luis Godín, Pedro Bourguer y Carlos María de la Condamine; la integraban también el botánico José Jussieu, el médico cirujano Juan Seniergues, el ingeniero Vergín, el dibujante  Couplet y Godín Des Odonnais; más ayudantes y domésticos. El Rey de España, como ya queda dicho, designó a los marinos y hombres de ciencia Jorge Juan de Santacilia y a Antonio de Ulloa, para que de cierta manera intervinieran y controlaran las actividades de los sabios franceses.

La Comisión se embarcó en un navío en Rochelle (puerto de Francia hacia el Atlántico), en mayo de 1735, rumbo a las Antillas. De Panamá siguió a Guayaquil, pero Bourguer y La Condamine desembarcaron en Manta con el propósito de realizar observaciones del punto del paso de la línea equinoccial en la costa ecuatoriana.

Pierre Bouguer
Foto: wikipedia.org
Por fin, el 29 de mayo de 1736, los académicos llegaron a Quito, en donde fueron recibidos por las autoridades y vecinos notables con alborozo; en cambio la gente del pueblo miraba a los extranjeros con curiosidad y desconfianza. Hay que destacar que Luis Godín era el jefe de la Comisión y que Carlos María de la Condamine tenía el encargo de controlar la inversión de los fondos de la expedición y vigilar que no faltara los recursos técnicos y materiales que permitiesen el éxito de los estudios (2).

Desde junio de 1736 los académicos comenzaron el recorrido por el callejón interandino, desde Mira (actual provincia del Carchi) hasta Tarqui (provincia del Azuay), con el propósito de escoger una llanura adecuada en donde fijar dos puntos extremos de una línea que les permitiese realizar las mediciones geodésicas y efectuar las triangulaciones respectivas. Eligieron la llanura de Yaruquí; señalaron Caraburo al Norte y Oyambaro al Sur (posteriormente nos referiremos acerca de la construcción de las pirámides en estos sitios). A inicios de noviembre del citado año la línea base estaba determinada (3). En este mismo mes la Misión perdió a un ayudante (4).

Después de tres años de intenso trabajo, tras sortear múltiples dificultades de orden topográfico y atmosféricos, las operaciones de triangulación y trigonométricas, con la medición de tres grados y medio de meridiano Sur de la línea equinoccial, estaban concluidas. Ahora faltaba practicar las operaciones astronómicas, es decir, el cálculo de la amplitud del arco celeste, estableciendo observaciones astronómicas en Cochasquí y Tarqui.

La Misión Geodésica Francesa empleó más de ocho años en realizar los estudios en la Real Audiencia de Quito; durante este lapso, otros acontecimientos se suscitaron en el grupo geodésico, así: Godín Des Odonnais contrajo matrimonio en Quito (5); en Cuenca fue asesinado Juan Seniergues (6).

            Sobre las pirámides de Caraburo y Oyambaro, consignamos dos autorizadas versiones:

A.    Federico González Suárez, textualmente, se expresa así: “Tan luego como las operaciones trigonométricas y astronómicas estuvieron a punto de terminar, principió La Condamine a poner por obra el propósito de levantar las dos pirámides o señales, en los extremos de la base medida en la llanura de Yaruquí; […] entonces con la actividad que La Condamine empleaba en todas sus empresas, acometió la de construir las pirámides; venció dificultades, allanó obstáculos, creó recursos y las dos pirámides, al cabo de casi un año de trabajo, estuvieron terminadas.- Dos piedras de molino redondas ocupaban el centro de la construcción, asentadas en el suelo, y tan prolijamente colocadas, que el hueco circular de cada una correspondía exactamente al extremo de la base; algunas líneas trazadas a compás sobre la piedra indicaban el punto preciso, en que comenzaba la base de cada lado. Como entrambas pirámides fueron construidas sobre un asiento cuadrangular, cuidóse de orientar bien cada cara, disponiéndola de manera que mirara a uno de los cuatro puntos cardinales del horizonte: remataba cada pirámide en una piedra labrada en forma de una flor de lis.- La obra estaba terminada: faltaba solamente colocar las piedras en que se había esculpido las inscripciones, y entonces fue cuando un monumento, tan digno de ser conservado y respetado por toda persona culta, encontró quien lo contradijera y quien intentara su demolición. Don Jorge Juan creyó que se le había  hecho injuria a él y a su compañero Don Antonio de Ulloa en no grabar sus nombres  en la inscripción, con los títulos de que se creían merecedores, y con las expresiones correspondientes a la participación que en la medida de la base alegaban haber tenido. Resentida la vanidad, buscó pretextos laudables con qué cohonestar la intempestiva demanda de la destrucción de la inscripción; llamaron en su apoyo al honor nacional, invocaron la lealtad debida al soberano. Según ellos, la honra de España había sido ajada; el nombre del Rey de España no se expresaba como convenía, para dar a entender a la posteridad la parte que en la Expedición había tenido el gobierno de su Majestad Católica.- […]  La Real Audiencia de Quito dispuso que, sobre las flores de lis se colocara la corona de España, y los Académicos obedecieron al punto; mandaron fundir dos coronas de bronce y las remacharon sobre las flores de lis. Sin embargo, por uno de aquellos influjos funestos que ofuscan a los príncipes, cuatro años más tarde el Real Consejo de Indias decretó la completa demolición de las pirámides. La orden fatal fue pronunciada: el 26 de Julio  de 1746, expidió el Real Consejo de Indias una cédula, por la cual daba orden terminante para que las pirámides fuesen demolidas; por fortuna, esa primera resolución fue modificada, y, el 17 de Octubre, se dispuso que solamente se borrara la inscripción […] el Alguacil mayor (de Quito) hizo destruir con la piqueta la inscripción, redactó acta del hecho y dejó las dos pirámides medio destruidas; la flor de lis, que coronaba la cúspide, fue arrojada al suelo, se escudriñó el centro de la fábrica y se extrajo el botecillo, que, con tanta precaución y secreto, había depositado La Condamine en cada una de las pirámides; dentro del botecillo se encontró una lámina de plata, en la cual estaba burilada la misma inscripción, que acababa de borrarse de la lápida; las coronas de bronce habían desaparecido anteriormente, merced a la rapacidad de los campesinos de la comarca.- Las lluvias, la intemperie, el total abandono consumaron en pocos años la ruina de los monumentos, que, con tanto afán, había levantado la ciencia: un pundonor nacional descontentadizo disputó, por esta ocasión, a la barbarie el triste mérito de destruir lo que la civilización había edificado…”
 (Historia General de la República del Ecuador, Libro Cuarto, pp. 72-75).

B.     Edward Whymper, que visitó el Ecuador por 1880, al respecto señala: “Como la medida de la pirámide base, de la que dependía todo el resto del trabajo, se quiso efectuar, como en realidad se efectuó, con el mayor cuidado posible, era natural que los Académicos quisieran conservar su longitud con monumentos de naturaleza permanente. El asunto se había discutido, y se llegó a un acuerdo sobre él antes de que los observadores salieran de París; y, ya en el terreno, La Condamine tomó sobre sí el trabajo de dirigir la erección de dos pirámides una a cada extremo de la base. En la sección de su obra que se refiere a sus trabajos en el Ecuador, titulada Historie des Pirámides de Quito, cuenta las dificultades con que tropezó para llevar a cabo su propósito, que fijó los centros de las pirámides con la mayor exactitud sobre los extremos de la medición; que tuvo que fabricar los ladrillos él mismo, cuidando de que fuesen de tamaño diferente de los que se usaban por lo común, para que no despedazaran sus monumentos con el objeto de aprovecharse de sus materiales; que tuvo que construir un acueducto de dos leguas para proveerse de agua para hacer mezcla; y que las piedras se buscaban a grandes distancias, que se transportaban desde ellas a lomo de mula y que solo esta parte del trabajo ocupó varios meses, pues una sola piedra constituía, a menudo, una carga. Luego, para la erección de la pirámide del extremo N. no encontró base firme, y tuvo que crear una artificial, clavando pilotes, buscar madera adecuada para hacerlos, y traer trabajadores de Quito para labrarlos y clavarlos. Pero, sobre todo, lo que le dio más quebraderos de cabeza fue encontrar, labrar y transportar piedras adecuadas para las inscripciones […]- Cuando, por último todo estuvo listo hubo infinitos disgustos con motivo de las inscripciones; pues los Académicos franceses se habían acompañado de dos caballeros marinos españoles, quienes se ofendieron del texto de ellas, ya por su Real Señor, ya por sí mismos, etc., etc. Al fin se arregló y concluyó todo, y La Condamine regresó a París, vía Amazonas, y llegó allá en 1745 después de diez años de ausencia […]- A fines del año 1747 oyó por casualidad que la Corte de España había dado orden de que se destruyeran las pirámides […]- Laméntase, en especial, de la supuesta destrucción de las dos grandes piedras que llevaban las inscripciones; pero, como hombre de bien, concluye declarando que todo ello no tiene importancia en comparación de la pérdida de la medida de la base, ´esa longitud que yo tomé tanto empeño en preservar, y que se ha perdido ahora para siempre’.- La Condamine oyó después que se había ordenado la reconstrucción de las pirámides; pero, quizás no llegó a saber si se restauraron o no. Cuando estuve en Quito, tuve gran deseo de conocer su estado y averiguar, si era posible, si ocupaban su lugar primitivo. Mi amigo, el señor Rafael Rebolledo tuvo conocimiento de mis investigaciones y me dijo que en una hacienda poco distante de una de sus propiedades al N. E. de Quito, había una piedra que él creía que había formado parte de la pirámide original de Oyambaro, y me invitó para que fuera a examinarla. El 5 de mayo de 1880 nos dirigimos a su hacienda de Olalla, muy cerca del pueblecito de Pifo y, al día siguiente, fuimos a inspeccionar la piedra. Medía ésta unos cuatro pies de largo por unas cuatro pulgadas de espesor, estaba colocada en la mitad de un lado del patio y servía de montadero; había existido una inscripción sobre ella; pero, en el centro estaba por completo desgastada, debido al uso a que se la había dedicado; en los extremos, sin embargo, se podía aún descifrar algunas letras y bajándome sobre las manos y rodillas para compararlas con la descripción impresa que llevaba y que presentaba la inscripción original, línea por línea, encontré que era la misma gran piedra que La Condamine había tenido tanto trabajo en procurarse, y por cuya pérdida se había lamentado con tanta amargura.- La pirámide de Oyambaro, que marca ahora aproximadamente el extremo meridional de la base, está a unos mil pies de donde reposa la piedra, en medio de un campo de maíz y, ni es la pirámide original, ni la que se erigió para reemplazarla. Me informaron en el Ecuador que fue construida unos treinta años antes por uno de sus Presidentes; quien, tan poca cuenta se daba del primitivo objeto para el que fue edificada, que la transportó algunos cientos de pies a un lado, con el propósito, decía él, de que se la viera mejor. Me señalaron el sitio original de la pirámide de Oyambaro; pero, no encontré vestigio alguno de ella.- La pirámide del extremo N., (pirámide de Caraburu), es aún visible como un punto luminoso; al día siguiente fui a ella y la encontré en tal posición como se dice haber ocupado la primitiva, en el borde de la gran quebrada de Guayllabamba; pero, no puedo asegurar que se encuentre en el sitio original. Las labores de los Académicos están, por lo tanto y en cierto modo, conmemoradas aún; pero la longitud de la base, como temió La Condamine, se ha perdido para siempre…”
(Viajes a través de los majestuosos Andes del Ecuador, pp. 289-292).

Concluidos los trabajos, los miembros de la ilustre Misión Geodésica, en distinto tiempo y por diversas rutas, regresaron a las naciones de origen. La Condamine aprovechó su retorno para conocer y explorar nuestras selvas orientales por la vía del Marañón; es decir, que este sabio recorrió gran parte de los territorios de nuestra Patria circunscritos en la Costa, la Sierra y el Oriente; entró por el Pacífico y regresó por el Atlántico. Conoció  regiones que nos fueron arrebatadas por culpa de nuestra desastrosa y torpe política nacional e internacional; al respecto consignamos la frase lapidaria de Alfredo Pareja Diezcanseco: “Hay en la historia asuntos que no deben olvidarse” (Ecuador: Historia de la República, Tomo IV, p. 69).

  Las señales tangibles del paso por el Ecuador de la Misión Geodésica Francesa las podemos apreciar ahora en los bustos y monumentos erigidos en el parque de la Alameda de Quito; en la avenida de acceso al monumento de la Línea Equinoccial en San Antonio de Pichincha (Ciudad Mitad del Mundo); en algunos instrumentos y materiales existentes en la Biblioteca-Museo Aurelio Espinosa Pólit de Cotocollao.

NOTAS: 
(1). “Por último, en 1899, llegó la segunda misión geodésica francesa, entre cuyos miembros figura el notable médico antropólogo doctor Paul Rivet. Él formó diversas colecciones de historia natural y de etnografía, pero su visita comenzó en 1901, dos años después de la llegada de los dos primeros integrantes de la misión, capitanes Maurain y Lallemand,…”
Fernando Ortiz Crespo, en Expediciones y científicos en la República (Siglo XIX), Volumen 6 de Historia del Ecuador, Salvat Editores Ecuatoriana, S. A. pp. 189 y 200.
El mismo autor, en el artículo citado, presenta un cuadro de los Viajeros más importantes en el Ecuador, en los siglos XVIII, XIX y XX, entre otros, anota: Misión Geodésica Francesa (1735-1744), Alexander von Humboldt (1802), Charles Darwin (1835), Teodoro Wolf (1870-1896), Edward Whymper (1880); el cuadro termina con el nombre de Paul Rivet (1901-1906).

(2). Por lo que se conoce y deduce, en realidad quien se convirtió en el alma y líder de la misión académica, y así ha pasado a la historia, es el sabio Carlos María de la Condamine; su entrega total al trabajo, su constancia, disciplina, la puntualidad, las memorias escritas, su don de gentes, el espíritu de observación y de análisis, fueron motivos para que merezca el respeto y aprecio de todos. La Condamine, muy pronto, se dio cuenta que en la Real Audiencia de Quito existía gente culta; se sorprendió que en Quito funcionen dos universidades: la de San Gregorio y la de Santo Tomás; que en algunas casas particulares se leyeran libros que a la época solo circulaban en Europa. Admiró la sapiencia del riobambeño Pedro Vicente Maldonado como geógrafo, matemático, naturalista, sociólogo y verdadero patriota. Se asombró con la cultura de Magdalena Dávalos (sobrina de Pedro Vicente Maldonado) en las áreas de la pintura, la música y la literatura, pero recluida en la hacienda Elén de Guano. La Condamine solía visitar esta propiedad para dialogar con Pedro Vicente.
(cf. Mario Cicala, Descripción histórico-geográfica de la Provincia de Quito de la Compañía de Jesús, Elén llamado de Dávalos, pp. 480-484).

(3). “Para que la operación fuera ejecutada con esmero, emplearon los académicos, con escrupulosidad científica, cuantas precauciones les parecieron necesarias a fin de evitar error; la toesa de hierro (1,95m), traída de París y dada por la Academia como unidad de medida, era conservada a la sombra bajo una tolda de campaña, para que la acción del calor no pudiera influir sobre ella; para emparejar las perchas, no dejaban de la mano el nivel y la plomada, ajustándolas de modo que no hubiera lugar ni a fracciones mínimas en la medida total de la base…”
F. González S., Historia General de la República del Ecuador, Libro Cuarto, p. 67.

(4).” Pero, en la compañía había un vacío: Couplet  (dibujante), el joven y robusto ayudante, había sucumbido en Cayambe, el 19 de Septiembre (1736), a las cuarenta y ocho horas de una violenta enfermedad. Su cadáver fue sepultado en la iglesia parroquial de Cayambe, y los Académicos pusieron sobre su tumba una modesta lápida con una inscripción latina, que le sirviera de epitafio: lápida e inscripción que la voracidad del tiempo no ha respetado…”
Ibíd., p.67.

(5). “Godín Des Odonnais se casó en Quito con Isabel Casamayor, cuyas aventuras en los bosques orientales parecen invención novelesca más bien que verdad histórica; las referiremos en pocas palabras.- Vivía por aquel tiempo en la antigua villa de Riobamba un caballero francés, a quien castellanizando el apellido, le solían llamar Don Pedro Manuel Casamayor, pues su propio apelativo francés era Grandmaison.- Don Pedro estaba casado con una señora distinguida, Doña Josefa Pardo y Figueroa, de la cual tuvo algunos hijos varones y una niña, que nació en Riobamba, cuando su padre recibió el nombramiento de corregidor de Otavalo.- Don Pedro se esmeró en la educación de Isabel: le enseñó a hablar el francés, y ella aprendió también el quichua. Cuando los Académicos llegaron a Quito, Don Pedro Casamayor estaba establecido con su familia en esta ciudad, y aquí fue donde Godín Des Odonnais conoció a Isabel y la pidió por esposa. En una ciudad como la de Quito en aquella época, la casa de un francés no podía menos  de ser el punto de reunión de los Académicos y de los ingenieros, que le (sic), acompañaban…”
Ibíd., p.89.

(6). “Encariñóse el cirujano con una muchacha de no muy honesta reputación en la ciudad; llamábase Manuela Quesada, hermosa de rostro, comedida e insinuante; sus bienes de fortuna, escasos, y su condición social más bien humilde que elevada. Seniergues era recibido en la casa de esta mujer, con extraordinarias manifestaciones de aprecio; y Don Manuel Quesada, padre de la muchacha, creía honrada su familia con la visita del extranjero. Manuela había correspondido antes a un joven noble de Cuenca, y no podía dominar el resentimiento que le causaba el haber sido abandonada y pospuesta; León, el galán de Manuela, se había desposado con otra joven de una familia distinguida en la ciudad; y entre León y Seniergues habían ocurrido ya riñas en la calle y hasta desafíos.- El Vicario eclesiástico de Cuenca había recibido denuncias contra Seniergues y comenzado a hacer pesquisas y tomar informaciones sobre su amistad con la hija de Quesada […] Seniergues resiste; pero una pedrada le hace soltar la espada, y huye a carrera; se lanza tras él (ya ciego de furor), el grupo de gente, y le hiere con sus picas; el cuitado tropieza y cae… Acuden los Académicos y varias otras personas a salvar al infeliz, y lo recogen del suelo medio muerto… Acomodándolo en una frazada, lo llevan a la casa de La Condamine, le administran el sagrado Viático y a los tres días muere.- Una población hospitalaria y mansa  se había tumultuado contra un extranjero, y lo había cometido al grito de: ¡Viva el Rey! ¡Abajo el mal Gobierno! ¡Mueran los franceses!...”
Ibíd., pp. 81-83.

Bibliografía:
-          Cicala, Mario, Descripción histórico-geográfica de la Provincia de Quito de la 
            Compañía de Jesús, Imp. Instituto Geográfico Militar, Quito, 1994.
           
            -     González Suárez, Federico, Historia General de la República del Ecuador,
             Clásicos Ariel, Imp. Cromograf S. A. Guayaquil, s/f.

-     Pareja Diezcanseco, Alfredo, Ecuador: Historia de la República, Campaña
             Nacional Eugenio Espejo por el Libro y la Lectura, Impresos Andinos S. A.
              Quito, 2009.

-     Reyes, Óscar Efrén, Breve Historia General del Ecuador, Ed. Ins. Nac. Mejía,
               Quito, 1960.

-     Salvat Editores Ecuatoriana S. A., Historia del Ecuador, Gráficas Estella S. A.,  
                España, 1982.

-     Whymper, Edward, Viajes a través de los majestuosos Andes del Ecuador,
              Segunda edición en español, Colección Tierra Incógnita 4, Ed. Abya-Yala,
               Quito, 1994.
 (*).- Escritor, Docente y catedrático universitario nacido en Pujilí en 1932. Realizo estudios en los Normales Rural de Pujili y Juan Montalvo de Quito, recibido como Licenciado en Ciencias de la Educación especialidad Pedagogía conferido por la Universidad Técnica Particular de Loja. Se ha desempeñado como Profesor unidocente, pluridocente y universitario, asumiendo como tal distintas dignidades como: Director Profesor de varias Escuelas de Cotopaxi, Supervisor Provincial de Educación de Cotopaxi, Secretario y Jefe del Departamento Técnico de la Dirección Provincial de Educación de Cotopaxi, Secretario de Facultades y Profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador entre otras en el campo educativo. Como funciones públicas destacan: Presidente de la Asociación de Supervisores y Funcionarios de la Dirección Provincial de Educación de Cotopaxi, Vicepresidente UNE de Cotopaxi, Presidente de la Cooperativa de Ahorro y Crédito de Cotopaxi, Vocal del Concejo de Administración de FECOAC, Concejero Provincial de Cotopaxi, Corresponsal de Diario El Comercio de Quito, Articulista de Diario "La Gaceta" de Latacunga, entre otros cargos. Autor de ocho libros de gran valía literaria, educativa y cultural, su ultima producción literaria fue la novela "Círculo" que tuvo gran acogida en la colectividad por su gran contenido cultural que forma parte de los tesoros literarios de Cotopaxi. (Archivo de Alonso León Cajiao) 

1 comentario :

  1. Genial aportacion , en mi tierra en Paute Azuay hay estas antiguas piramides, que aun yacen en las cumbre de unas montañas no muy alejadas unas de otras, por ello me interese a ver el origen y motivo de estas construcciones.

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